Para alegrarnos este octubre que parece que nos traerá la lluvia  viene nuestra querida colaboradora Ya soy mi madre con un nuevo artículo. Después del éxito de Novios y novias en casa no viene ahora con el tema de las extraescolares en clave de humor.

 

Una tarde cualquiera de septiembre, en conversación telefónica:

– Begoña, en octubre empiezan las extraescolares.

– Si, ¿por?

– Eh… no sé, abrimos el melón, ¿no?

Silencio. No puedo ni tirar de onomatopeya de grillo para describirlo porque solo lo percibí espeso, turbador, esa sensación de paredes móviles acercándose conmigo en medio.

La jefa tiene miedo. De mí. Oye, que me conoce, que son años. 

Pero hay que entenderla. Esta es una página referente en cuanto a actividades para niños. Y ahora vengo yo, ¿a qué?

  • ¿A abrir el debate de si los niños van a aprender o si se les lleva porque no hay forma de atenderlos?
  • ¿A hablar de que, por lo que sea, es posible que haya (algunas) empresas subcontratando monitores saltándose un pelín alguna que otra normativa?
  • ¿A molestar a madres y padres insinuando que unas horitas de ocupación extra hacen más llevadera la intensidad filial?

Fíjate que pudiendo encender la mecha, y enumerar los posibles puntos negros, pues no lo he hecho.

Yo soy la payasa (a mucha honra, que no es un insulto) de la tropa, la que va por la vida a zancadas, medio perdiéndose lo que pasa, medio entendiendo las cosas importantes. Y como no, escribir escribo, pero tampoco te creas que sabiendo de mucho. A los expertos los podéis buscar que hay muchos y muy reputados, y hacedles caso, por favor. A mí no.

Y oye, que cuelgo el teléfono y me encuentro que la jefa ya trató el tema. Trágame tierra. ¿Habéis leído el artículo sobre extraescolares diferentes? Me quedo loca. De verdad que yo ya no sé qué nos puede quedar a los padres por aportar. 

Estamos hablando de actividades con ábacos japoneses que estimulan la memoria, el razonamiento y el cálculo numérico, un suponer. Y vosotros teníais miedo de la robotización de la sociedad. Yo de lo que tengo miedo es de que me venga un mico de seis años y me haga un análisis pormenorizado de por qué tengo que tirar por María Berdiales para ir al Corte inglés en lugar de doblar la esquina de Urzáiz, teniendo en cuenta mis variables coyunturales de cansancio, estado físico y capacidad pulmonar. Por ejemplo. 

Espera, otra. Business Game. Ay madre que envidia, la verdad. Agárrate que empiezo a entender por qué no cogieron a mi hijo este año en el máster que quería hacer. Está de número diez y nueve en la lista de espera la criatura. Del uno al diez y ocho deben estar los que resultan ser el fruto de este nivelón, dándolo todo. 

Ah, cuidadito con esta: conversación en inglés, (nativo, of course), robotizada. Pues nada, hijo mío, aprovecha los años que te quedan, que detrás vienen estos que, sin haber puesto un pie en la tierra de su graciosa majestad (¡God save the queen!), te van a borrar del mapa así, de un soplidito de nada. Y oye, me quito el sombrero, que arte por favor.

Y ya de la cocina,ni hablamos. Entre Máster Chef y que hay más extraescolares de cocina que casas de apuestas (ay madre que burrada, perdón, que voy embalada), cualquiera le da de comer a un niño ahora. Contaba hace poco Berto Romero (si, esos son mis referentes, ahora iréis entendiendo) que le puso a su hijo de cena una tortilla francesa. Y el niño, muy serio, va y le pregunta que si es plato único. No hijo. Hoy de cena, de segundo, te he preparado un solomillo de pavo con corteza crujiente a la mostaza y salsa con tres texturas de cebolla. Que a mi, mi madre me daba el vaso de colacao y tira para la cama que estorbas. Pero claro, eso no era criar.

Que vamos, pretendía yo darle una vuelta al tema extraescolares. A dónde vas sin paraguas, que la cosa se está poniendo peliaguda, ya no somos nadie. Tal como lo veo, solo nos queda una salida: un segundo turno por las tardes. Robótica, inglés y súper cálculo, pero para nosotros. Ya está, por fin la solución definitiva. Para estar al nivel de exigencia del momento, y de paso, conseguir por fin algo de comunicación productiva con estos locos bajitos nuestros. O no.